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Economía Para Todos

30 de Octubre de 2011 // Mundanal Ruido #7

Economía Para Todos

¿Puede un aficionado a las Humanidades opinar de Economía? // publicado por: César Fuentes Rodríguez

No puedo negar que los recientes eventos relacionados con la crisis de Europa (y de todo el planeta, en verdad) me tienen preocupado, y me llevaron a leer y a reflexionar sobre política, y ante todo sobre economía, como no lo hacía en mucho tiempo.

Tanto así que, hace poco, alguien me preguntó cómo me atrevía a opinar sobre economía, en concreto, cuando no sólo no soy un profesional o un especialista, sino que apenas manejo conceptos básicos sobre el tema. De hecho, lo mío son netamente las letras y las ideas antes que los números y los esquemas, para qué negarlo.

Al pensar la respuesta, encontré más motivos de los que esperaba, y se me ocurrió enumerarlos en esta nota.

 

1) Si el ser humano es un animal político, como decía Aristóteles, también es un animal económico. Y la economía, a cualquier escala, nos afecta a todos. Estamos inmersos en un modelo económico en el cual nos movemos aunque no lo comprendamos cabalmente. Eso quiere decir que todo esfuerzo por comprenderlo puede ayudarnos a modificarlo en nuestro beneficio y en el de nuestros semejantes. En pocas palabras, aun cuando no conozcamos todos los resortes internos de la maquinaria económica, todos somos usuarios de ella. Y aunque sólo sea como usuarios, tenemos todo el derecho del mundo de elaborar una opinión al respecto, ya que si la maquinaria nos condiciona, nos cabe reaccionar para transformarla.

2) No hace falta ser profesional o especialista en una disciplina para opinar sobre ella. Un increíble número de descubrimientos científicos, sociales, históricos o artísticos han sido realizados por aficionados, outsiders o autodidactas que superaron sus propias limitaciones y se saltaron las barreras levantadas por la tradición académica. Otto von Guericke, el más famoso físico alemán del siglo XVII, era jurista de profesión. Denis Papin, el inventor de la máquina de vapor, era médico, lo mismo que Galvani, descubridor de las propiedades eléctricas en los cuerpos. Morse, el inventor del alfabeto telegráfico, era pintor, y la especialidad de Buffon, uno de los más célebres biólogos, eran las matemáticas. Otros, como el político y científico Benjamin Franklin y el arqueólogo Heinrich Schliemann, ni siquiera tenían estudios secundarios. Los ejemplos continúan hasta conformar un listado impresionante. ¿Zapatero a tus zapatos? ¡Nunca!, podemos perder a un buen sastre.

3) La autoridad de los especialistas sólo sirve como referencia. Si uno va a construir una casa, es lógico que acuda a un arquitecto, pero más eficiente sería consultar la opinión de varios de ellos, compararlas y someterlas a examen, porque pueden diferir enormemente unas de otras. En definitiva, es el interesado el que debe decidir, porque se trata de SU casa. Uno debe reservarse siempre su derecho incontestable de crítica y control. En las ciencias económicas de hoy en día, prevalecen los académicos neoliberales, los mismos que con sus recetas llevaron al mundo a un desastre que los mejor informados ya reconocen como irreparable. Estos académicos son cómplices de bancos, gobiernos y élites que imponen políticas económicas nefastas para las sociedades. No importa cuánto sepan, ni el prestigio que acumulen en los círculos financieros, ni la confianza que tengan en sus modelos: es claro que su juicio está corrompido por el interés.

4) Opinar es la mejor forma de aprender. El que no elabora su propio discurso, se limita a repetir frases hechas. No sólo se trata de investigar por cuenta de uno, de preguntar inquisitivamente y de sopesar las respuestas con la atención debida. Sólo quienes se atreven a formular un pensamiento estructurado contestando a los diversos cuestionamientos y defendiendo su posición, se educan a sí mismos. Hace falta flexibilidad para reconocer las interpretaciones erróneas, y honestidad intelectual para vencer la trampa del ego que hace ver la opinión personal como la más relevante o acertada. En cualquier caso, si uno ha llegado a una conclusión que lo satisface, por sus propios medios y luego de cotejarla exhaustivamente, tal conclusión nunca será inútil.

5) La acción es la única esperanza. El mundo que conocemos ha llegado a un callejón sin salida. Los gobiernos obedecen a los bancos y las corporaciones, y los ciudadanos están desamparados ante el poder del dinero. Cada vez habrá menos educación, salud y bienestar para el individuo, condenado a trabajar para otros antes que para él mismo. Sólo participando activamente puede desactivarse la tiranía del modelo político y económico que nos controla. Opinar es la primera fase de la acción y, por contrapartida, callarse es aceptar la sumisión. Los poderosos gustan del silencio que los hace impunes, su juego es impedir que las personas se manifiesten y se reúnan para emprender causa común. No habrá futuro si no hay polémica, debate, participación, protesta, actitud... Mientras continuemos absortos en el limbo del fútbol, los chismes mediáticos, el entretenimiento vacío y todos los instrumentos de distracción que nos ponen delante para que no percibamos el horror que se esconde tras bambalinas, hablarán ellos y callaremos nosotros. No sólo es deseable que los ignorantes opinemos de política, economía, religión, sociología, educación, salud, urbanización, ciencia, arte, medio ambiente y de cualquier cosa que se nos cante el culo, hablando en buen criollo, sino que además lo hagamos de manera intensiva, exhaustiva y valiente, sin que una brizna de vergüenza nos roce la sien. Hasta que no nos quede más remedio que actuar… por el peso de nuestras propias convicciones.

De lo contrario, corremos el riesgo de que, como dijo un soberano imbécil que estuvo de moda hasta hace poco, éste sea efectivamente el Fin de la Historia.

 

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