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El Rey Christian X de Dinamarca

24 de Octubre de 2014 // Mundanal Ruido #20

El Rey Christian X de Dinamarca

Una de las lecciones más queridas sobre honor y patriotismo de la Segunda Guerra Mundial y que se nos revela perfecta en todo sentido. Salvo por un detalle. // publicado por: César Fuentes Rodríguez

Cuando los nazis ocuparon Dinamarca, dispusieron que los ciudadanos judíos debían identificarse por medio de un parche o escarapela amarilla en forma de Estrella de David, con el propósito de individualizarlos y deportarlos a la brevedad. El bando se emitió por la mañana. Por la tarde, el rey Christian X realizaría su acostumbrado y siempre puntual paseo a caballo en solitario partiendo de palacio hacia las afueras de Copenhague. Cuando los portales se abrieron, la muchedumbre contempló con extrañeza al soberano que, guiando impertérrito el corcel blanco, lucía sobre su pecho la insignia amarilla de la Estrella de David. Por la noche, toda la población del país llevaba sobre sus ropas el distintivo infame. Así fue cómo los nazis no pudieron reconocer a sus víctimas y, por ese motivo, resultó casi insignificante la proporción de judíos daneses deportados y enviados a los campos de exterminio.

Esta historia maravillosa, altruista, capaz de despertar las más bellas y valientes emociones humanas, es contada muy a menudo y mencionada en libros y películas; me viene a la cabeza aquella novela de León Uris sobre la fundación del Estado de Israel ("Éxodo", 1958) y una película con Errol Flynn sobre la resistencia danesa cuyo nombre ya no recuerdo. No cabe duda de que representa una de las anécdotas más queridas de aquellos tiempos de horror y se nos revela perfecta en todo sentido.

Salvo por un detalle: es totalmente falsa.

Se trata de un ejemplo de lo que se conoce como "mito urbano". Una de esas fábulas que nadie está seguro de cómo comienzan o de dónde vienen, pero ocupan y subyugan rápidamente la imaginación popular y reclaman el peso de un hecho histórico.

Las embajadas de Dinamarca alrededor del mundo recibían montones de correspondencia y consultas de personas que buscaban interiorizarse o cerciorarse de los detalles de la famosa historia de Christian X. En un tiempo, solían contestar con una carta de la hija del rey desmintiendo todo el asunto. En los mostradores, muchos simplemente no se resignaban a creer que en verdad el hecho nunca había ocurrido, aun cuando el empleado se los aseguraba en la cara.

Algunos dicen que el rumor fue propalado como maniobra de propaganda de los Aliados para fortalecer la confianza de los nórdicos en su clase gobernante; otros sostienen que se trató de una confusión y que un hecho embrionario se produjo no en Dinamarca sino en Noruega, y que no involucraba una Estrella De David sino una flor amarilla que muchos se atrevieron a usar en el ojal cuando la familia real fue obligada a abandonar el país durante la ocupación. Ningún judío usó enseñas amarillas en Dinamarca, aunque sí en Holanda, por ejemplo. Quizás la leyenda comenzó con una auténtica maniobra de rescate de 8.000 judíos daneses hacia Suecia que se produjo entonces, pero nada tuvo que ver el rey con ello ni las estrellas amarillas. Hay varias suposiciones más. Sea como sea, ninguna de estas teorías explica satisfactoriamente por qué el cuento prendió con tanta fuerza en el inconsciente colectivo, ni por qué queremos convencernos tan desesperadamente de la realidad de una leyenda semejante.

Acaso la gente se encuentre harta de la rutina, saturada de políticos rapaces e insustanciales, necesitada de líderes que sean ejemplo y de gestos que reafirmen la confianza en el espíritu humano. Tal vez por eso se ve tentada a comprar de oídas una historia de tales quilates sin investigar demasiado. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, ya lo dijimos.

Ahora bien, una vez que sabemos que la anécdota es un fiasco, nos parece casi imposible que haya fraguado tan pronto. Esto ocurrió supuestamente en 1943, y unos pocos años después, meses quizá, la bola de nieve corría por todas partes. Si tuviésemos que adivinar el origen de la fábula, de seguro se lo atribuiríamos a la información cruzada de varias fuentes, detalles y circunstancias: la monarquía como catalizadora de la identidad nacional ante la ocupación + los paseos vespertinos de Christian X + el rescate de los judíos daneses + las flores amarillas (tomadas por estrellas de David). Los acontecimientos son reales, la fábula no.

Copyright © 2014 César Fuentes Rodríguez. El texto se puede utilizar libremente citando la fuente.

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